Durante estos últimos días me ha tocado hacer una parte del trabajo invisible del taller. Es esa parte que no se ve de puertas afuera, pero que para mi es una parte muy importante. Es el momento de organizar los trabajos, clasificándolos por personas y dándoles una carpeta a cada una donde los guardaré y seguiré cuidando.
Moviendo los papeles empiezo a encontrarme con cada persona que ha pasado por el taller, y también con el grupo, lo siento aquí, conmigo. Revivo sesiones y momentos puntuales, revivo la relación con una u otro, las historias que cuentan dentro de este espacio. Y me río. Revivo situaciones más difíciles y me alegra haberlas pasado. Con cada papel que organizo algo se mueve en mí y me doy cuenta que sigo aprendiendo con todo ello.
Siento hormigas en el estómago. No pensaba que este “orden” me iba a emocionar tanto. Siento una gratitud enorme por poder hacer este trabajo que me da la oportunidad de encontrarme y reencontrarme con cada una de estas personas que han venido al taller.